¿Qué exige el Código Técnico sobre incendios en colegios? Lo que debes saber
En España, la seguridad contra incendios en centros educativos no es un mero requisito burocrático: es una obligación técnica y moral. El Código Técnico de la Edificación (CTE) establece, de forma detallada, cómo deben diseñarse, construirse y mantenerse los colegios para garantizar que, en caso de fuego, las vidas de los alumnos y el personal estén protegidas. Dentro de este marco nos preguntamos: ¿Qué exige el Código Técnico sobre incendios en colegios?, pués el Documento Básico SI (Seguridad en caso de incendio) es el que dicta las pautas esenciales para prevenir la propagación del fuego, facilitar la evacuación y asegurar la intervención de los bomberos.
La base normativa: CTE y su Documento Básico SI
Desde 2006, el CTE es la piedra angular de la regulación constructiva en España. En el caso de los colegios, considerados edificios de pública concurrencia, las exigencias de compartimentación, resistencia al fuego y protección pasiva adquieren especial relevancia. Aunque el DB-SI no tiene un capítulo exclusivo para uso docente, las reglas que aplica garantizan que el riesgo se minimice al máximo.
Protección pasiva y la importancia de las ignifugaciones
La protección pasiva contra incendios es el conjunto de técnicas y materiales que, sin intervención humana o mecánica, contienen el avance del fuego y del humo. En colegios, esto significa que paredes, techos, puertas cortafuegos y estructuras deben resistir las altas temperaturas el tiempo suficiente para evacuar y para que los servicios de emergencia actúen. Aquí entran en juego la pintura intumescente r90, capaz de crear una capa aislante cuando el calor la activa, ganando minutos decisivos en una emergencia.
Propagación interior: sectorización de incendios
El CTE establece que la superficie máxima de un sector de incendio en un colegio no debe superar los 2.500 m², aunque puede variar según el uso específico de cada área. Los elementos separadores —muros, forjados, puertas cortafuegos— deben ofrecer resistencias que van de EI 60 a EI 120, e incluso EI 180 en zonas críticas. Esta sectorización no es un capricho técnico: es la garantía de que un fuego no se expanda de forma incontrolada por el edificio.
Propagación exterior: fachadas y cubiertas seguras
La normativa también obliga a que las fachadas y cubiertas limiten la propagación del fuego al exterior. Se exige una resistencia mínima al fuego de 120 minutos, salvo cuando la separación entre edificios o sectores asegure que el fuego no podrá saltar. Esto cobra especial relevancia en colegios de cascos urbanos densos, donde la cercanía entre construcciones es inevitable.
Evacuación: rutas seguras y accesibles
El DB-SI fija un recorrido máximo de 35 metros hasta una salida segura. También regula el ancho mínimo de puertas y pasillos en función del número de ocupantes. La altura del edificio y su ocupación determinan si las escaleras deben ser normales, protegidas o especialmente protegidas. En el caso de las estructuras metálicas, recurrir a pintura intumescente r60 es una solución eficaz para garantizar que, incluso bajo temperaturas extremas, la estructura mantenga su estabilidad durante el tiempo necesario para evacuar.
Instalaciones de protección activa
Además de la protección pasiva, el CTE exige sistemas activos como extintores, rociadores automáticos, columnas secas y otros dispositivos, dependiendo de la envergadura del edificio. Estos sistemas complementan a las medidas estructurales, pero nunca las sustituyen. La clave está en la combinación equilibrada de ambas.
Acceso y actuación de bomberos
El SI-5 establece que debe garantizarse el acceso de vehículos de bomberos, la resistencia de las zonas de carga, y la existencia de huecos y elementos que faciliten la entrada de mangueras y personal de rescate. Estos requisitos, que a menudo se pasan por alto en reformas y ampliaciones, son igual de cruciales que la resistencia al fuego de la estructura.
Resistencia estructural según material
La resistencia mínima exigida varía entre 15 y 180 minutos, dependiendo de la altura y uso del edificio. Para un colegio de menos de 15 metros, el estándar habitual es de 60 minutos (lo que equivale a soportar temperaturas en torno a 950 °C). Los materiales responden de forma diferente al fuego:
- Hormigón armado: buen comportamiento, normalmente basta con el recubrimiento reglamentario.
- Acero: requiere tratamientos de protección pasiva o sobredimensionamiento.
- Madera: se sobredimensiona para compensar la carbonización.
- Fábrica (ladrillo/bloque): en ocasiones necesita recubrimientos adicionales.
Tipologías constructivas y sus retos
En hormigón armado, si el recubrimiento es el adecuado, se suelen cumplir las exigencias sin intervención extra. En acero estructural, los revestimientos y sistemas intumescentes son imprescindibles. La madera exige cálculos de sección que tengan en cuenta la pérdida por carbonización. En fábrica, cada caso debe analizarse para asegurar la resistencia necesaria.
Certificación y mantenimiento
Todo elemento debe cumplir las normas europeas UNE EN 13501-1 (reacción al fuego) y UNE EN 13502-1 (resistencia al fuego), con certificados actualizados. Si los materiales no cuentan con marcado CE, es obligatorio un informe de idoneidad técnica registrado. El mantenimiento regular de estos sistemas y la inspección actualizaciones normativas garantizan que el colegio esté siempre al día en materia de seguridad.
Falsos techos, patinillos y espacios ocultos
Estos elementos, a menudo invisibles para el usuario, deben mantener la compartimentación y la resistencia al fuego. En registros de menos de 50 cm², se permite la mitad de la resistencia exigida. La continuidad de la protección pasiva en estos espacios es tan importante como en las zonas visibles.
Cumplir la ley y proteger vidas
Cumplir el CTE en materia de incendios en colegios no es solo evitar sanciones: es garantizar que, si el fuego aparece, no se convierta en tragedia. La clave está en una combinación inteligente de protección pasiva —mediante ignifugaciones, sectorización y materiales resistentes— y protección activa —sistemas automáticos y manuales de extinción—. Revisar periódicamente el estado de todos estos elementos y adaptarse a las reformas normativas es la mejor inversión que un centro educativo puede hacer para proteger a quienes lo habitan cada día.

