Encerrado en un hostal de la ciudad descarga tres extintores sin razón aparente

Un hombre de 31 años, encerrado en un hostal de la ciudad, descarga tres extintores sin razón aparente

En la madrugada pasada, Tarragona se vio sacudida por un episodio tan surrealista como perturbador. Las calles, usualmente dormidas bajo la luz pálida de las farolas LED, se convirtieron en el escenario de un frenesí que parecía sacado de un mal sueño viralizado en redes sociales.

Apenas pasada la medianoche, la Guàrdia Urbana recibió un aviso insólito: un hombre de 31 años, encerrado en un hostal de la ciudad, descargó tres extintores sin razón aparente. El polvo blanco, que debería sofocar incendios, se esparció como una niebla fantasmagórica por los pasillos, cubriendo todo con una capa gélida y asfixiante. Era como si el protagonista de esta historia, desconectado de la realidad, intentara apagar no con un extintor, sino tres, un fuego invisible que solo él veía.

Pero su espectáculo no se detuvo ahí. En un arrebato de furia o tal vez de desesperación, rompió varias ventanas, dejando que los cristales volaran hacia la calle como dagas de hielo. Después, como en una escena de serie distópica, se lanzó desde el primer piso. Su cuerpo chocó contra el techo de un coche, deformando el metal con un golpe seco que resonó en el silencio de la madrugada.

Cuando llegaron las patrullas, la escena era propia de un cortometraje de terror urbano. Entre la neblina artificial de los extintores y los destellos rojos y azules de las sirenas, encontraron al hombre dentro de su vehículo, aparcado junto al hostal. Sus ojos, perdidos en un horizonte inexistente, revelaban el abismo de quien ha cruzado la delgada línea entre la lucidez y el delirio. Los agentes, con la pericia de quien ya ha visto de todo, detectaron enseguida los signos del abuso de sustancias.

La historia tomó un giro aún más oscuro cuando, al registrar el vehículo, hallaron 105,26 gramos de cocaína. Un polvo blanco que, a diferencia del de los extintores, no pretendía salvar vidas, sino consumirlas poco a poco. Como en un retorcido guiño del destino, lo que había comenzado como una falsa alarma de incendio terminó revelando el verdadero infierno que el hombre llevaba dentro.

Las investigaciones rápidas y las cámaras de seguridad permitieron conectar los puntos: media hora antes, el mismo individuo había protagonizado un altercado en un bar cercano. Su conducta errática, captada se había hecho viral en Tarragona y encendido las alertas. La matrícula de su coche, compartida en grupos de WhatsApp del vecindario, fue la clave para que la policía uniera las piezas de este puzle de locura.

Así, a la 1:45 de la madrugada, el clic metálico de las esposas marcó el final de su escapada. Acusado de daños y contra la salud pública, fue escoltado por la Guàrdia Urbana. Mientras tanto, la ciudad, con sus edificios inteligentes y su tecnología de vanguardia, intentaba volver a la calma, aunque el eco de esta historia seguiría flotando, al menos hasta que la siguiente noticia de impacto empujara este caos al olvido.

 

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