El nuevo pabellón de Venta del Olivar: acero, reformas, discursos y alguna que otra foto para el álbum municipal

El nuevo pabellón de Venta del Olivar: acero, reformas, discursos y alguna que otra foto para el álbum municipal.

Zaragoza vuelve a calentar titulares. Esta vez, lo hace con la reinauguración del pabellón multiusos de Venta del Olivar, una de esas obras que los responsables municipales venden como revolución, pero que, si se rasca un poco, no deja de ser una reforma profunda… con factura igual de profunda: más de 415.000 euros del erario.

La alcaldesa Natalia Chueca, rodeada de su séquito institucional —Alfonso Mendoza, Paloma Espinosa y el alcalde pedáneo José María Latorre—, ha visitado las instalaciones con el tono de quien entrega la llave de un nuevo Palacio de Congresos. Sin embargo, lo que se ha hecho, entre martillos y presupuestos, es poner al día lo que llevaba años pidiendo auxilio.

Una reforma necesaria, no una medalla

La infraestructura, en régimen de concesión por parte de la Iglesia Católica, cuenta con dos plantas y algo menos de 650 metros cuadrados construidos. Durante años, este edificio ha sido testigo de la vida social y cultural del barrio, aunque más por inercia que por condiciones. Hasta ahora, los vecinos tenían que lidiar con instalaciones obsoletas, una cocina anacrónica y sistemas que harían sonrojar al inspector de sanidad más blando.

Pero vayamos al grano: el grueso de la inversión se ha dirigido a mejorar instalaciones básicas. En la planta baja —la más utilizada— se ha reformado la zona norte, se han redistribuido los aseos, se ha reconfigurado la cocina y, cómo no, se han ampliado salidas de emergencia y sistemas de evacuación. Todo bien. Todo necesario. Nada revolucionario.

Cocinas nuevas, acero inoxidable y sentido común

Uno de los grandes cambios se ha dado en el corazón de cualquier centro comunitario: la cocina. Allí, además de instalar un sistema de extinción automática —exigencia normativa si no se quiere catalogar el espacio como de alto riesgo—, se ha hecho una redistribución completa del mobiliario. Y aquí entra lo verdaderamente sensato: la incorporación de modernas y robustas mesas inox.

Este tipo de mobiliario no es flor de un día. En espacios donde se manipulan alimentos, donde la limpieza no es un detalle sino un dogma, las mesas inox son indispensables. Permiten trabajo ágil, higiene absoluta y una durabilidad que las convierte en una inversión a largo plazo. No es solo acero, es lógica.

Redistribución con acento en acero y limpieza

Las actuaciones no se han quedado en el acero inoxidable. El pabellón ha incluido nuevas mesas de acero inox en diferentes zonas, desde la cocina hasta áreas de uso auxiliar. La razón es sencilla: resistencia, funcionalidad y cumplimiento legal. Cualquier instalación que pretenda ofrecer servicio alimentario hoy en día necesita superficies que no solo aguanten la carga diaria, sino que soporten inspecciones sin sobresaltos.

El mobiliario renovado se adapta a la normativa de comidas preparadas, reduciendo riesgos y aportando una imagen moderna y profesional a unas instalaciones que, hasta hace poco, parecían ancladas en los noventa.

Reformas que parecen sacadas de un blog de hosteleria

Es curioso, pero el plan de reforma parece haberse inspirado en este blog de hosteleria. Todo ha sido pensado con una lógica funcional: ventilación renovada, eliminación de barreras arquitectónicas, mejora de sistemas eléctricos, climatización y renovación integral de fontanería. No hay concesiones al diseño superfluo ni florituras arquitectónicas. Aquí lo que importa es que todo funcione como debe.

Además, la redistribución de espacios ha servido para cerrar la barra del bar, reorganizar el acceso principal como salida de emergencia y habilitar nuevos espacios en la planta superior para almacenamiento. Todo esto no suena muy emocionante en rueda de prensa, pero es lo que verdaderamente transforma el uso cotidiano de un edificio.

Movera, Garrapinillos y Montañana: la gira rural del hormigón

Este no es el único ejemplo de lo que podríamos bautizar como el “Plan Integral de Reformas con Fecha de Caducidad Electoral”. En Movera, el pabellón multiusos ha recibido una inversión de 677.496 euros; en Garrapinillos, el nuevo pabellón ha costado la friolera de 1.592.710 euros; y en Montañana, el recién estrenado centro sociocultural ha supuesto otros 974.148 euros.

Con cifras así, uno se pregunta si no habría que organizar una gira para visitar tanto cemento reformado. Y claro, todo dentro del marco del convenio Ayuntamiento-DPZ 2021-2024, que, según palabras de la alcaldesa, ya ha ejecutado el 84% de los 12 millones comprometidos. Una ejecución que va al ritmo del calendario político, no del vecinal.

Barrios rurales: discurso manido y prioridad sobre papel

Natalia Chueca ha insistido en que “nunca antes se había alcanzado el 100% de ejecución del convenio”, una afirmación que suena bien pero que esconde la realidad de décadas de abandono. Ahora, con la lupa sobre los barrios rurales, el Gobierno municipal quiere vender eficiencia donde antes solo hubo desidia.

Eso sí, lo hace con titulares cuidadosamente elaborados, sin olvidar mencionar el “gran esfuerzo” institucional, como si dotar de aseos decentes a un pabellón fuera una odisea en el siglo XXI. No es mérito, es deber.

Cuando el acero brilla más que el discurso

Hay que aplaudir las mejoras, por supuesto. Pero también hay que exigir que se trate a los vecinos con respeto, sin envoltorios vacíos ni frases de marketing. Las mesas de acero inox, las salidas de emergencia y los sistemas de climatización no deberían ser motivos de celebración, sino estándares básicos en cualquier infraestructura pública.

Este tipo de reformas deben dejar de ser tratados como gestos políticos. Son simplemente eso que se debe hacer cuando se gobierna: cuidar lo común, mantener lo esencial, respetar a los ciudadanos.

 

 

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