El segundo bombero fallecido logró salir, pero regresó al saber que su compañero seguía atrapado

El segundo bombero fallecido logró salir, pero regresó al saber que su compañero seguía atrapado

Es difícil, verdaderamente difícil, encontrar palabras cuando la tragedia llama a la puerta vestida de heroísmo. Porque hay sucesos que trascienden la noticia y se convierten en auténticas historias de entrega y sacrificio humano. La tragedia golpeó ayer a Alcorcón en un incendio que se llevó por delante la vida de dos bomberos jóvenes, dos valientes de 27 y 34 años. Dos nombres, Sergio y Jesús, que hoy simbolizan lo mejor del ser humano. En el lugar, los equipos intentaron controlar las llamas con cada extintor disponible, sin lograr frenar el avance del infierno.

El suceso ocurrió en un aparcamiento subterráneo, un garaje en apariencia normal y corriente de la calle Lilos. Pero nada fue normal. Todo empezó cuando un vehículo eléctrico, concretamente un Porsche, colisionó contra otro vehículo estacionado. Lo que parecía un incidente cotidiano se convirtió rápidamente en un infierno, un auténtico infierno alimentado por baterías eléctricas difíciles, complicadísimas, de apagar. No se sabe si cerca había un extintor para baterías de litio, diseñados específicamente para este tipo de fuego, y esto tal vez hubiera cambiado el fatal desenlace.

Y en ese escenario infernal, en medio de humo negro y gases tóxicos, ocurrió lo que define a estos profesionales: el compañerismo, la entrega absoluta por salvar la vida del otro. Jesús había logrado salir ya del garaje en llamas, podía haber respirado tranquilo, podía haber pensado en sí mismo… Pero no lo hizo. Porque cuando supo que Sergio permanecía atrapado dentro, no dudó. Volvió a entrar. Volvió a enfrentarse al fuego para buscar a su compañero.

Ambos murieron en ese garaje. Sergio, atrapado entre el coche incendiado y una pared, quedó calcinado por las llamas. Jesús, aquel que regresó a salvarlo, fue alcanzado por la nube tóxica, esa que le quitó la vida antes incluso de poder reencontrarse con su compañero. Murió intentando salvar otra vida. Murió siendo héroe.

Hoy, el tercer compañero implicado lucha por sobrevivir en el hospital de Getafe, sedado e intubado, con los pulmones dañados y quemaduras graves. Otros 13 bomberos resultaron heridos leves, y el conductor del coche eléctrico también fue hospitalizado.

Expertos como Joaquín Pérez, suboficial del cuerpo de bomberos de Toledo, advierten de la peligrosidad extrema que implica el incendio de coches eléctricos en recintos cerrados. Estos incendios, explica, presentan dos picos de fuego: primero arden los plásticos, después las baterías. Y lo peor no es eso: la toxicidad de los gases es muchísimo mayor, letal en pocos minutos, haciendo que estos aparcamientos subterráneos se conviertan en trampas mortales.

Mientras las investigaciones continúan, queda clara una cosa: algo tiene que cambiar en cómo se gestionan y previenen estos incendios con vehículos eléctricos. Porque lo que sucedió en Alcorcón no debe repetirse jamás. Porque nadie merece morir así. Y porque héroes como Jesús y Sergio no deberían tener que entregar sus vidas tan jóvenes para recordarnos la importancia de estar preparados ante las nuevas realidades tecnológicas.

Hoy España entera llora con Alcorcón. Llora a dos bomberos jóvenes, Sergio y Jesús, dos héroes que serán recordados siempre por el valor con el que vivieron sus últimos minutos.

 

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