Gravedad, humo y una fábrica envuelta en llamas: el drama de Berga

Gravedad, humo y una fábrica envuelta en llamas: el drama de Berga.

Era lunes, pero no un lunes cualquiera. El cielo de Santa Eugènia de Berga, en la comarca barcelonesa de Osona, se tornó de un gris que olía a tragedia y hollín. Una fábrica textil, que hasta hace poco rugía con el eco habitual de las máquinas, acabó envuelta en un infierno de llamas que sorprendió a operarios y transeúntes. Un hombre de 58 años, trabajador de la nave, resultó herido de gravedad. Y no fue una chispa. Fue un rugido. Uno de esos que anticipa que algo va a cambiar para siempre.

La columna de humo era visible desde kilómetros a la redonda, mientras los vecinos observaban en silencio ese espectáculo siniestro que ofrecía el fuego consumiendo vigas, bobinas de hilo y esperanzas. Los Bomberos de la Generalitat, en una coreografía que ya les es habitual, se desplegaron con presteza y técnica. Nada que reprocharles: profesionalidad absoluta.

Sistemas de prevención ausentes 

Pero, ¿cómo se llega a esto? ¿Por qué seguimos tropezando con la misma piedra? ¿Dónde estaban los sistemas de prevención, las inspecciones obligatorias, los controles básicos? En los papeles, claro. Siempre impecables. En la práctica, en cambio, más agujeros que un queso suizo.

En este escenario dramático, el uso de un extintor co2 podría haber cambiado la narrativa. Este tipo de equipos, diseñados para sofocar fuegos de tipo B (líquidos inflamables) y eléctricos sin dejar residuos, es más que un complemento: es la diferencia entre una anécdota y una tragedia.

Los primeros 10 minutos tras declararse un fuego son cruciales

Si se actúa en ese lapso con las herramientas adecuadas —y un extintor CO2 lo es, sin discusión— la propagación del fuego puede cortarse en seco. Pero claro, eso requiere que el equipo esté presente, accesible y operativo. Que no esté escondido bajo una manta de polvo o detrás de un armario con la etiqueta «solo para emergencias».

Porque aquí está el quid de la cuestión: comprar extintores co2 no es una formalidad, es una inversión directa en seguridad. No hablamos de una medida estética ni de cumplir con la norma por miedo a una inspección laboral. Se trata de anticiparse, de asumir que sí, puede pasar. Y cuando pasa, lo que tengas a mano marca la diferencia.

El alcalde de Berga, que llegó al lugar con cara de póker y palabras de consuelo, no aportó nada que no supiéramos. “Lamentamos profundamente este suceso”. Muy bien, todos lo lamentamos. Pero lo que necesita la industria, lo que exigen los trabajadores que se juegan el tipo cada día en estos entornos, es prevención activa, no condolencias pasivas.

Las llamas fueron controladas después de varias horas

La nave, reducida a una carcasa ennegrecida. El herido, trasladado en helicóptero medicalizado al hospital Vall d’Hebron, con pronóstico reservado. Y los bomberos, con el rostro tiznado, completando la inspección final.

Ahora bien, ¿cuántos más tienen que acabar con quemaduras graves para que se tomen medidas serias? No es el primer caso, y lamentablemente no será el último. Porque, amigos, cuando se subestima la posibilidad del incendio, se abre la puerta al caos.

No se trata solo de apagar fuegos, sino de evitar que comiencen. Y ahí es donde entran en juego las auditorías periódicas, los simulacros, el mantenimiento técnico de instalaciones eléctricas, el almacenaje correcto de productos inflamables. Todo eso que suele quedarse en promesas, en una formación exprés de diez minutos, en un “ya lo revisaremos”.

El problema no es que falten recursos, el problema es la falta de cultura preventiva. En demasiados casos, se confía más en la buena suerte que en el protocolo. Y cuando la suerte falla —que siempre falla— lo único que queda es correr, rezar o lamentar.

Qué tipo de extintores se deberían tener

¿Qué tipo de extintores se deberían tener en una fábrica textil como esta? La respuesta es sencilla: los adecuados a los riesgos específicos. Pero muchas veces se instala lo que sea más barato, lo que ya estaba antes, lo que «parece suficiente». Insistimos: un extintor CO2, por su capacidad de intervención sobre equipos eléctricos, es imprescindible en ambientes donde la electricidad convive con materiales inflamables.

Y llegados a este punto, conviene preguntarse: ¿cuántos extintores debe haber por metro cuadrado? No es una cifra arbitraria. Según normativa, se establece un extintor portátil cada 15 metros lineales de recorrido o cada 100 metros cuadrados de superficie, con variaciones según el riesgo de la actividad. 

Pero no basta con tenerlos. Hay que saber usarlos. ¿Cuántas empresas forman de verdad a sus empleados para manipular un extintor bajo presión? ¿Cuántas hacen simulacros que no sean puro teatro?

Esto va más allá del cumplimiento. Es, directamente, una cuestión de vida o muerte. Así, con todas las letras. Las autoridades harán su informe, saldrán las fotos, vendrán las declaraciones y luego… silencio. Hasta la próxima chispa. Hasta la próxima sirena. Hasta el próximo rostro quemado.

Es hora de dejar de reaccionar

Es hora de anticiparse. De formar, de equipar, de verificar. De comprar extintores CO2, de instalarlos estratégicamente, de revisarlos cada seis meses y de enseñar su uso. No hay heroísmo en combatir un fuego sin medios. Hay estupidez.

Santa Eugènia de Berga ya ha pagado su cuota. Esperemos que no sea en vano.

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