La conciencia cívica y la gestión responsable toman las calles de El Palmar.
El pasado martes 22 de julio, cuando aún la mañana no se había desperezado del todo y los primeros rayos del sol se asomaban entre las palmeras que dan nombre al barrio, el Punto Limpio Móvil del Cabildo de Gran Canaria hizo acto de presencia en El Palmar, en el municipio de Teror, con la puntualidad de quien sabe que la basura, si se deja, se multiplica.
La cita, anunciada con la antelación justa y la discreción del que no necesita alardear, tuvo lugar junto al local de la Asociación de Vecinos, donde el vehículo especializado desplegó su estructura metálica —más parecida a una caja fuerte de conciencia ambiental— entre las 08:00 y las 14:00 horas. Allí, sin ruido pero con firmeza, se recibieron residuos de procedencia doméstica que, por sus características, no tienen cabida en los contenedores convencionales. Hablamos de pequeños electrodomésticos, pilas, baterías, aerosoles y otros elementos que, si no se tratan como es debido, acaban por convertirse en una carga para el entorno y una amenaza para todos.
La basura no es inocente, y los residuos domésticos menos aún. Lo que uno deja olvidado debajo del fregadero puede acabar contaminando acuíferos, alterando ecosistemas o, lo que es más probable, provocando un mal innecesario en ese equilibrio natural al que tanto debemos y tan poco respetamos.
Una lección de civismo con aroma a responsabilidad
La escena, si uno se paraba a observarla, tenía algo de liturgia moderna: vecinos que llegaban con bolsas discretas, con la mirada limpia de quien sabe que cumple; personal técnico dispuesto a orientar, separar y explicar sin paternalismos; y, sobre todo, una idea que sobrevolaba el ambiente: esto también es comunidad.
Porque cuidar el entorno es mucho más que barrer la acera o podar el seto: es preguntarse qué hacer con un microondas roto, con una batería que ya no carga o con ese spray desodorante que quedó olvidado desde los años noventa. Es, en definitiva, preguntarse cómo convivimos con lo que desechamos.
Y en ese ejercicio, tan doméstico como profundamente político, entran en juego herramientas silenciosas pero eficaces. Como el extintor ABC, ese compañero de cocina que nadie quiere usar pero todos deberían tener.
El extintor ABC: más que un accesorio, una necesidad
Apenas pasadas las 10:30, cuando el flujo de vecinos alcanzaba su punto álgido y las bandejas del camión comenzaban a llenarse con una precisión casi quirúrgica, surgió una conversación espontánea entre dos técnicos sobre la importancia de tener un extintor ABC en casa. No como quien habla de caprichos, sino como quien sabe que un gesto puede evitar una tragedia.
Los extintores ABC, diseñados para sofocar fuegos de tipo A (materiales sólidos como madera o papel), tipo B (líquidos inflamables como gasolina o aceite) y tipo C (gases combustibles), se han convertido en aliados imprescindibles en cualquier hogar o local público. Porque una chispa mal contenida, un enchufe viejo o un aerosol mal almacenado pueden convertirse, en cuestión de segundos, en una amenaza de proporciones bíblicas.
Por qué los extintores ABC deberían estar en todos los hogares
Avanzada ya la mañana, mientras el contenedor metálico acumulaba pruebas del civismo de Teror, la conversación se elevó. No hablamos solo de reciclaje, hablamos de prevención. Porque cuidar el entorno empieza dentro de casa, y nada representa mejor esa idea que los extintores ABC.
Son ligeros, fáciles de usar y, lo más importante, capaces de actuar ante múltiples escenarios de riesgo. Es como si un solo dispositivo resumiera el sentido común, la tecnología y el instinto de supervivencia. Y no es exageración: en más ocasiones de las que quisiéramos aceptar, la diferencia entre el susto y la tragedia ha sido precisamente uno de estos extintores bien colocados y en condiciones óptimas.
Un contenedor que recoge residuos, una comunidad que apaga incendios
Al filo del mediodía, cuando el sol empezaba a castigar sin remordimientos, el contenedor lucía lleno de historias: tostadoras que dijeron basta, pilas gastadas de juguetes ya olvidados, cables sin destino y electrodomésticos que hicieron su servicio con dignidad. Lo que no se veía, pero se sentía, era esa chispa invisible de conciencia colectiva que había encendido el barrio desde primera hora.
Porque, como bien apuntó uno de los vecinos al dejar una caja con viejos cargadores, “esto lo tenía guardado por si acaso, pero ya es hora de soltar”. Y eso, señores, es apagar un incendio antes de que empiece. Literal y simbólicamente.
Un esfuerzo que suma: gestión local con impacto global
Es fácil pasar por alto acciones como la del pasado 22 de julio. No hay pancartas, no hay selfies virales ni promesas de eternidad. Pero lo cierto es que cada aerosol depositado correctamente, cada pila aislada del entorno natural y cada conversación sobre prevención doméstica, suman. Suman en calidad de vida, en sostenibilidad y en cultura cívica.
Y aquí conviene recordar que prevenir también es elegir bien cómo y con qué protegemos nuestros espacios. Un extintor ABC, correctamente ubicado y mantenido, es tan importante como reciclar con responsabilidad. Porque la prevención es el primer eslabón de cualquier estrategia medioambiental o de seguridad.
Reciclar, proteger, convivir
La jornada de ayer en El Palmar no fue simplemente una recogida de residuos. Fue, en toda regla, una manifestación serena de responsabilidad ciudadana. La presencia del Punto Limpio Móvil no solo permitió deshacerse de objetos inservibles, sino que activó conversaciones y reforzó hábitos que hacen de Teror un municipio más consciente y mejor preparado.
Porque cuidar el entorno, prevenir incendios, y actuar con responsabilidad no es cosa de héroes ni de campañas publicitarias. Es, simplemente, cosa de todos.

