La crónica que no debería repetirse: El Capitol, devorado por las llamas

La crónica que no debería repetirse: El Capitol, devorado por las llamas.

A las 08:05 de la mañana, cuando la ciudad aún bosteza y la vida empieza a oler a café y tostadas, tres trabajadores del Bar Capitol, situado en la Plaza de los Burros, se disponían a abrir las puertas. Los ruidos típicos: la cafetera calentando, el pan en la plancha, el murmullo breve del gas activado. Todo normal, todo cotidiano, todo en orden… hasta que la cocina escupió fuego.

Una posible fuga de gas, quizás una tubería maltratada por el paso de los años, fue suficiente para que las llamas se alzaran violentas, sin clemencia. En cuestión de minutos, el local quedó totalmente calcinado, envuelto en un humo denso que trepaba por los muros como si quisiera borrar la historia de ese lugar de encuentro, de conversación y café con churros.

La rutina, ese asesino silencioso

Hay lugares que se resisten a morir y hay fuegos que no preguntan. El Capitol, que llevaba años sirviendo desayunos con sol y cerveza con sombra, cayó ante el descuido, ante la ausencia de previsión. Y no hablamos de destinos, ni de infortunios. Hablamos de decisiones. O, mejor dicho, de la falta de ellas.

Porque en cocinas como la del Capitol, donde cada mañana se calientan decenas de litros de aceite, donde el gas fluye como la leche por el vaporizador del café, no basta con cruzar los dedos. Hace falta tecnología. Hace falta inteligencia preventiva. Hace falta instalar sistemas de extinción para campanas industriales que sean capaces de detectar el fuego antes de que este dicte sentencia.

Invertir o arder: no hay término medio

Algunos siguen preguntando si compensa invertir en seguridad. La respuesta la ofrece, hoy, el esqueleto humeante del Capitol. No hay reforma barata que devuelva lo perdido. No hay seguro que reponga el alma de un local ni el susto en los pulmones de los que allí trabajaban.

Aproximadamente un 30% de los incendios en locales de hostelería tienen su origen en cocinas industriales. No es casualidad. La grasa acumulada en campanas, conductos y filtros actúa como gasolina en potencia. Sin embargo, el precio sistema automático de extinción de incendios en cocinas continúa siendo un misterio para muchos gerentes que, por ignorancia o dejadez, postergan lo impostergable.

Y es que ya no es solo una cuestión de normativa: es una cuestión de supervivencia. Porque quien hoy ahorra en seguridad, mañana paga en escombros.

El fuego no perdona, ni espera

Incendio. Así, sin adornos. Sin “en el contexto de la hostelería” ni “en el mundo de la cocina profesional”. No. Lo que hubo en el Capitol fue un incendio. Una lengua de fuego que no entiende de horarios, ni de nóminas, ni de recuerdos. Solo entiende de oxígeno y grasa, de errores humanos y omisiones mecánicas.

Las llamas avanzaron con tal rapidez que no hubo forma de contenerlas. Ni los empleados pudieron reaccionar a tiempo. El fuego envolvió la cocina, la barra, los taburetes, las botellas, los cuadros en la pared. Todo quedó reducido a un paisaje de cenizas y hierros retorcidos.

La tecnología existe: ¿por qué no usarla?

Nos encontramos en un momento donde la tecnología en prevención de incendio ha alcanzado niveles de eficacia notables. Hoy es posible instalar sistemas de extinción para campanas industriales que actúan de forma automática, liberando agentes químicos o líquidos especiales que cortan el fuego desde su origen.

Estos sistemas están diseñados específicamente para cocinas, y pueden activarse incluso sin intervención humana, lo que los convierte en un recurso esencial cuando cada segundo cuenta. Son discretos, estéticos, eficientes… y mucho más económicos que reconstruir tu negocio desde las ruinas.

La memoria del Capitol: que no se borre entre excusas

El Capitol era más que un bar. Era el sitio donde muchos empezaban el día, donde otros lo terminaban, donde se tejían las pequeñas historias que sostienen una ciudad. Hoy, ese espacio está cerrado. Y no porque le faltaran clientes, sino porque le faltaba previsión.

Que no vengan ahora los análisis tardíos, las condolencias protocolarias o las frases tipo “en el mundo de la hostelería”. No. Lo que hace falta es que el próximo bar, la próxima cocina, la próxima campana industrial, tenga lo que el Capitol no tuvo: un sistema de seguridad serio, fiable y actualizado.

Actuar antes del humo

El fuego no es poesía. El fuego es devastación. Y mientras muchos siguen hablando de costes, otros estamos hablando de responsabilidad. Porque la diferencia entre seguir sirviendo cafés o cerrar para siempre, muchas veces está en un sistema de extinción que se activa cuando nadie más puede hacerlo.

Desde aquí, lo decimos con claridad: instalar sistemas de extinción para campanas industriales no es un gasto, es una inversión vital. La tragedia del Capitol debe empujar al sector a abrir los ojos, a dejar de jugar con fuego —literalmente— y a dar prioridad a lo que verdaderamente importa: la vida, el trabajo y el futuro.

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