Un fuego más que empieza como todos: con una chispa
El miércoles por la tarde, justo cuando algunos se preparaban para la merienda o para discutir si llovería el fin de semana, el Camí des Coste de Sant Jordi empezó a humear. Pasaban unos minutos de las 16:30 y el campo ya olía a desastre. Un incendio sin previo aviso –como todos– se llevó por delante 5,2 hectáreas de terreno agrícola. Las autoridades, rápidas para ponerle nombre a la catástrofe, decretaron el índice de gravedad potencial 0. O lo que es lo mismo: todo bajo control, oficialmente. Porque claro, mientras no se quemen casas ni personas, el fuego se clasifica como “manejable”. Aunque el miedo que se mete en el cuerpo cuando ves una nube negra acercarse no se mide en escalas de gravedad.
El fuego avanza más rápido que tu llamada al seguro
Ese miércoles, a las cuatro de la tarde, varias llamadas al 112 ya alertaban de una columna de humo cada vez más grande. Las llamas empezaron a devorar campos secos como si tuvieran hambre atrasada. ¿Y qué había para frenarlas? Un par de helicópteros, unos cuantos bomberos, algo de suerte… y, en algunas casas cercanas, algún extintor. Porque sí, aunque suene raro, un extintor puede ser la diferencia entre un susto y una ruina. Pero claro, muchos prefieren gastarse el dinero en luces LED para el jardín antes que en un extintor decente. Luego vienen las prisas, los gritos y las frases tipo “nunca pensé que me pasaría a mí”. El fuego no piensa, actúa. Y tú deberías hacer lo mismo.
Comprar extintores no es paranoia, es responsabilidad
La tragedia es experta en pillarnos por sorpresa. Como si el fuego tuviera GPS y supiera dónde duele más. Lo curioso es que la mayoría de los hogares aún no tienen un extintor, pero sí dos teles, Alexa y cámaras que vigilan a los gatos. Mal vamos. Comprar extintor es una de esas decisiones que nadie celebra, pero que todo el mundo agradece cuando lo necesita. En serio, comprar extintor debería estar antes en tu lista que renovar el iPhone o hacerte el láser en la espalda. El fuego no espera. Y si tú sí, igual el próximo en salir en las noticias eres tú. Pero en la sección de sucesos.
Chile arde, y aquí nadie se entera
Lo que pasó en Sant Jordi es solo una postal más del mismo álbum. Miras hacia Chile y la historia es parecida. Sequías, altas temperaturas, negligencias y un cóctel perfecto para que el país entero parezca un asador. Miles de hectáreas arrasadas, zonas residenciales devoradas por las llamas, y una población que ha tenido que entender, a base de fuego, que protegerse no es una opción, es una obligación. Por eso iniciativas como extintores en Chile se están volviendo necesarias. No se trata solo de reaccionar cuando todo está ardiendo, sino de anticiparse. Porque el fuego no da segundas oportunidades. Y si llega a tu calle, no te va a preguntar si tienes seguro o no.
El campo como víctima habitual del olvido
Las hectáreas quemadas en Sant Jordi son, otra vez, campo. Cultivos, caminos de tierra, casas rurales. El paisaje que muchos olvidan cuando vuelven a la ciudad, pero que sostiene buena parte del país. Son terrenos sin vigilancia, sin medios, sin inversión. Y, claro, cuando llega el calor, se convierten en yesca. No hay patrullas, no hay sensores, no hay nada. Solo tierra reseca esperando una colilla mal apagada, un cristal mal puesto o una quema que se descontrola. Y después nos lamentamos, como si la culpa fuera del viento. El fuego no aparece por arte de magia: lo provocamos nosotros con nuestra dejadez y nuestra soberbia.
Servicios de emergencia: héroes sin focos
Mientras unos graban vídeos con el móvil, otros se juegan el cuello para parar las llamas. Los equipos de emergencia que acudieron a Sant Jordi hicieron lo imposible con lo justo. Porque no tienen drones futuristas ni tanques de agua infinitos. Tienen sudor, experiencia y un calendario que les dice que lo peor aún no ha llegado. Porque mayo ha sido solo el aperitivo. El verano es otra historia. Y ellos lo saben. Aun así, salen cada vez que suena la alarma, aunque sea por la tercera vez en el día. Y lo hacen sabiendo que hay casas donde ni siquiera hay un extintor de pared para ganar unos minutos si el fuego llega antes que ellos.
Políticos que aparecen cuando ya no hay fuego
Qué curioso. Cuando se apaga el incendio, empiezan a aparecer los responsables. Ruedas de prensa, declaraciones, visitas relámpago a la zona calcinada. Promesas que no se cumplen, minutos de silencio, condolencias. Todo muy protocolario. Pero nadie habla del abandono sistemático al campo, del poco dinero destinado a prevención, ni de la falta de campañas educativas. Porque claro, eso no sale en la foto. Hablar de prevención no da votos. Hablar de tragedias ya pasadas, sí. Así que mientras el terreno se enfría y los vecinos vuelven a mirar con miedo al horizonte, los trajes vuelven a sus despachos con aire acondicionado. Hasta el próximo incendio.
¿Y tú, vas a esperar a que te pase?
Este incendio no ha dejado muertos. No ha destruido casas. Pero eso no significa que no sea una advertencia. Porque la próxima vez, puede ser peor. Y tú puedes seguir creyendo que estas cosas solo pasan en las noticias, o puedes espabilar. Un extintor no es decoración. Es defensa. Es ese gesto simple que puede salvarte la vida mientras llegan los bomberos. Y si te parece exagerado, pregúntale a alguien que haya visto su cocina arder. O su coche. O su campo. El fuego no avisa. No tiene miramientos. Solo quiere quemar. Y tú, ¿quieres seguir siendo parte del problema?
