Tragedia en Liaoyang: 22 muertos en un incendio que se pudo evitar

Tragedia en Liaoyang: 22 muertos en un incendio que se pudo evitar

Queridos lectores, uno se levanta con la esperanza de que el mundo no se haya vuelto loco del todo, pero a veces la realidad se impone como una losa. Esta vez, con humo, llamas… y muerte. En la ciudad de Liaoyang, en el noreste de China, un restaurante ha ardido hasta los cimientos, dejando tras de sí un reguero de cenizas y 22 vidas perdidas. Sí, 22. No es una errata. Y tres heridos de gravedad que luchan por seguir adelante.

¿La hora? Las 12:25 del mediodía, cuando uno debería estar pensando en qué va a almorzar, no en si saldrá vivo del comedor. El fuego devoró el local como un lobo con hambre vieja. A las dos de la tarde ya se confirmaban las cifras que nadie quiere oír: víctimas, heridos y familias destrozadas.

El presidente Xi Jinping ha salido al paso con las declaraciones habituales: rescate, atención médica, apoyo a las familias, investigación… Bien, todo eso está muy bien. Pero aquí hay una pregunta que flota en el ambiente como el olor del humo que quedó impregnado en los muros: ¿dónde estaban las medidas de seguridad? ¿Dónde estaban los extintores? ¿Dónde estaba ese mínimo de prevención que separa un susto de una masacre?

Porque, vamos a decirlo claro, como hay que decirlo: si alguien hubiese pensado a tiempo en comprar extintor, si se hubiera apostado por comprar un extintor y colocarlos con cabeza en los puntos críticos del restaurante, tal vez estaríamos hablando hoy de un susto, de una evacuación rápida y de algún titular con final feliz. Pero no, toca lamentarse. Otra vez.

Y no es el primero. Ni el segundo. Ni el tercero. Esto se suma a una cadena de incendios que están dejando un reguero de cadáveres en distintas regiones de China. En Kunming, en abril, ocho muertos. En una residencia de ancianos, veinte. En un mercado de Hebei, otros tantos. El fuego no da tregua, y la negligencia tampoco.

Así que sí, amigos, esto va de tragedias, pero también de responsabilidad. De entender, de una vez por todas, que la seguridad no es un trámite, es una obligación. Que cuando uno entra en un local, en su casa o en su oficina, tiene derecho a pensar que, si algo va mal, hay herramientas básicas para reaccionar. Comprar extintores no es gastar: es invertir en tranquilidad, en tiempo, en vida.

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