Tres personas heridas, dos graves, tras el incendio en una instalación hotelera en Adeje

Tres personas heridas, dos graves, tras el incendio en una instalación hotelera en Adeje.

Hay noticias que se escriben con tinta, y otras que se redactan con humo y ceniza. La madrugada del lunes 14 de julio no fue una más para los residentes y visitantes de Callao Salvaje, en el municipio tinerfeño de Adeje. A las 03:38 horas, el rugido de las llamas rompió la calma en una instalación hotelera situada en la avenida El Jable. Una llamada de urgencia, un despliegue de bomberos y sanitarios, y tres personas heridas, dos de ellas en estado grave, trasladadas de inmediato al Hospital Universitario de La Candelaria.

Y así, entre luces intermitentes, agua a presión y gritos entrecortados, la noche se convirtió en pesadilla. Porque cuando el fuego llama a la puerta, no hay tiempo para excusas ni margen para la improvisación. Solo queda actuar.

La tragedia que nadie quiere ver, pero que muchos alimentan con su dejadez

El turismo no es solo camas hechas con esmero y cócteles con sombrillita. Es también infraestructura, electricidad, mantenimiento y seguridad. Y en demasiadas ocasiones, esta última brilla por su ausencia. Las alarmas no suenan, los sistemas no funcionan, los protocolos se olvidan, y los extintores, si están, acumulan polvo y desidia.

Este no es un asunto menor. Los extintores son la primera línea de defensa ante un conato de fuego. Son ese recurso inmediato que puede frenar el avance devastador de las llamas en los primeros segundos, cuando aún hay margen para evitar la catástrofe. Pero claro, para que eso ocurra, deben estar instalados correctamente, señalizados, operativos y accesibles.

A estas alturas, no basta con tener uno colgado en una pared. Hay que saber dónde está, cómo usarlo, y sobre todo, cuándo fue la última vez que se revisó. Porque en esto, como en tantas otras cosas, la dejadez se paga con sangre.

La importancia de comprar extintores CO2 en espacios de riesgo

En instalaciones hoteleras, donde coexisten personas, aparatos eléctricos, cocinas industriales y materiales inflamables, no vale cualquier solución. Hay que ir a lo eficaz, a lo seguro. comprar extintores co2 es una inversión imprescindible en este tipo de entornos.

¿Por qué CO2? Porque estos extintores están diseñados para fuegos eléctricos, no dejan residuos, no dañan equipos electrónicos y apagan con rapidez sin generar más peligro. Son ideales para habitaciones con cableado, cocinas, salas de servidores o zonas de lavandería.

Quienes gestionan espacios públicos o turísticos no pueden seguir mirando hacia otro lado. No se trata solo de cumplir con una normativa, se trata de proteger vidas.

Cada extintor instalado correctamente es un paso más lejos del desastre. Y cada vez que alguien decide escatimar en seguridad, lo que está haciendo —sin darse cuenta— es apostar contra su propia gente.

La cadena de errores que alimenta un incendio

Porque sí, el incendio que arrasó parte de esa instalación hotelera en la madrugada del lunes no fue espontáneo. Ningún fuego lo es. Siempre hay un punto de origen, un fallo eléctrico, un cortocircuito, un descuido. Pero más allá del chispazo inicial, lo que de verdad define la magnitud del daño es la capacidad de respuesta inmediata.

¿Había detectores de humo? ¿Funcionaron los sistemas automáticos de extinción? ¿Sabía el personal qué hacer en caso de emergencia? ¿Se había hecho un simulacro? ¿Había suficiente señalización?

Estas preguntas no son técnicas. Son cuestiones de vida o muerte. Porque cuando las llamas se expanden, no preguntan por categorías en TripAdvisor. Lo arrasan todo.

Por eso, es urgente que los responsables de estas instalaciones, desde pequeños hostales hasta grandes complejos turísticos, revisen a conciencia cada elemento del plan de seguridad: desde los sistemas eléctricos hasta el estado de los extintores.

El humo se disipa, pero la lección debe quedarse

Hoy, mientras las autoridades investigan los motivos de lo ocurrido, mientras los heridos siguen ingresados y los técnicos valoran los daños estructurales, hay una verdad que flota en el aire como el olor a plástico quemado: la seguridad no es un trámite, es una prioridad.

Y esa verdad debe calar hondo en quienes tienen bajo su responsabilidad la vida de decenas o cientos de personas. No basta con tener una certificación enmarcada en la pared del despacho. Hay que actuar, invertir y mantener.

Porque cada extintor que no se revisa, cada sistema de detección que no funciona, cada pasillo sin señalizar, es una puerta abierta al caos.

Hoy fue Callao Salvaje. Mañana, si no cambiamos, puede ser cualquier otro rincón.

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