1. Un susto en pleno barrio El Huaico
El jueves 5 de junio de 2025, poco después de las 7:00 h, se desató un principio de incendio en el supermercado VEA, ubicado en zona norte de Salta, frente a Ciudad Judicial. El foco se originó en una freidora con aceite caliente de su cocina interna, generando alarma y movilización inmediata
2. Alarma y contingencia activa
El incendio, aunque breve, activó el protocolo de emergencia del establecimiento y alertó a vecinos y trabajadores judiciales cercanos. La respuesta activa del personal, respaldada por sus sistemas internos, demostró por qué las ignifugaciones no son un lujo, sino una estrategia de contención primaria vital para evitar desmanes inesperados entre los fogones.
3. La prevención como base segura
Mientras el humo se filtraba por las puertas y ventanas, quedó expuesto el rol esencial de las ignifugaciones Sevilla en entornos urbanos: frenar el avance del fuego, aislar calor y proteger a quienes están cerca. Ese pequeño cortafuegos pasivo produjo una reacción en cadena positiva: detuvo la expansión prematura del fuego y contuvo la situación hasta que llegaron los bomberos
4. Coordinación con infraestructuras lejanas
Los bomberos voluntarios se presentaron rápidamente, aunque ya habían encontrado la emergencia controlada. Los responsables del local retiraron aceites y activaron sistemas de ventilación. Esta coordinación entre equipos internos y servicio público recuerda la importancia de contar con certificaciones y referencias internacionales como extintores en Chile, una muestra de que la protección ignífuga es una red global.
5. Reacción técnica y aplicabilidad humana
Esteban Cirami, jefe del cuartel de Bomberos Voluntarios de Campo Castañares, señaló que al llegar realizaron una inspección, sin necesidad de apagar llamas activamente, sino apoyando y comprobando que no quedaran riesgos latentes. Esa intervención técnica, sumada al conocimiento práctico del comercio, permitió una actuación rápida y precisa.
6. Daños materiales mínimos, moraleja gigante
No hubo daños estructurales, ni heridos. Los bienes quedarán intactos, salvo la freidora afectada. Este resultado modesto cobra peso frente a la magnitud de lo que pudo haber sido. Se confirma, una vez más, que protocolos internos sólidos, respaldados por instalaciones ignífugas, evitan la tragedia.
7. Vigilancia continua en cocinas intensivas
Los espacios de cocción, especialmente en áreas comerciales, requieren protocolo doble: detección automática de humos, rociadores compatibles y planificación estratégica. Este suceso elige destacar la necesidad de incorporar ignifugaciones específicas frente a humos grasos, calor punzante y superficies metálicas expuestas. La inversión técnica es proporcional a la magnitud del potencial incendio.
8. Confianza pública y aprendizaje comunitario
El repiqueteo de móviles y sirenas pudo generar preocupación, pero también enseñó algo valioso: cuando sucede lo peor, las estructuras de respuesta están allí. Y eso brinda confianza a conductores, peatones, funcionarios judiciales y vecinos. Saber que existe un círculo de protección integral alienta a que todos cumplan sus roles sin angustia ni traumas posteriores.
9. ¿Se puede mejorar este esquema?
Sí. Siempre es posible elevar la guardia: auditorías profesionales, recaps de equipos ignífugos, formación periódica del personal y evaluaciones de riesgo. Cada freidora, cada conducto de extracción y cada sensor de humo deben revisarse, certificarse y ajustarse. No podemos depender de la casualidad; precisamos de la ciencia y la práctica unidas en un sistema coherente de defensa pasiva.
10. Una chispa de materia gris contra el fuego
Este episodio se convierte en argumento viviente: la ignifugación no es una opción estética, ni una norma destinada al cajón del archivo. Es un elemento decisivo en la gran contienda que llamamos convivencia con el riesgo. Una sola chispa, un solo descuido, y lo controlable puede transformarse en devastador. Pero esta vez, la alianza técnico-humana fue suficiente para convertir el fuego en historia y no en tragedia.

