A las 7:04 de la mañana del lunes 2 de junio, en la Plaça de Sant Jaume de Xàtiva, el desayuno se convirtió en pesadilla. Un incendio en el bloque número 12 reventó la calma del vecindario. La campana extractora de una cocina decidió hacer cortocircuito con el destino, y en minutos, una bola de humo invadió el segundo piso. Allí estaban dos personas mayores, atrapadas. La historia pudo acabar mal, pero gracias a la rapidez de los bomberos, se salvó lo esencial: la vida.
El humo no perdona, y tampoco espera
El fuego no grita, no avisa, no manda mensaje. Llega y arde. Así pasó en esta vivienda: en cuestión de segundos, la humareda invadió escaleras, pasillos, techos. Los vecinos empezaron a salir entre toses y miradas de susto. Medio centenar fueron evacuados. Pero el punto no es ese. El verdadero foco está en una palabra que todos olvidan hasta que la necesitan: extintor. No estaba allí. Y si lo estuvo, no sirvió. A veces no es falta de suerte, sino de previsión.
Comprar tranquilidad, no solo equipos
Hay quien piensa que eso de la seguridad es cosa de otros. Que tener un extintor es como tener un paracaídas en casa. Hasta que un día lo necesitas. ¿Y entonces? Entonces entiendes que nunca fue un gasto inútil. Por eso existe la opción de comprar extintor sin esperar a que el humo te despierte. Porque entre el caos y la calma hay una válvula roja que puede evitarlo todo.
Más allá del susto, una lección para todos
La pareja afectada, con problemas de movilidad, fue trasladada al Hospital Lluís Alcanyís. Están fuera de peligro, pero con el miedo incrustado en el pecho. La intoxicación por monóxido de carbono es invisible y mortal. Nadie piensa en ella hasta que te lo recuerdan unos sanitarios en la ambulancia. Y mientras todo esto ocurre, surge la reflexión sobre cómo otros países están gestionando la prevención. Casos como el de los extintores en Chile sirven como espejo: normativa estricta, instalación obligatoria y educación ciudadana. Tomemos nota.
La rutina, arrasada por un fogonazo
En apenas cinco minutos, ese edificio pasó de estar oliendo a café a apestar a miedo. Es lo que tienen los incendios domésticos: nadie los ve venir, todos los lamentan. Y siempre dejan ese tufo a que algo se pudo haber hecho. Las campanas extractoras, por cierto, son uno de los puntos más frecuentes de ignición en viviendas. Acumulan grasa, polvo y abandono. Son el fósforo perfecto.
Las cifras no perdonan
Según el informe del último año de bomberos de la Comunidad Valenciana, un 38% de los incendios en viviendas comienzan en la cocina. De esos, más de la mitad están relacionados con electrodomésticos sin mantenimiento. No es una estadística: es un reflejo de lo poco que se habla en serio sobre seguridad contra incendios en casa. ¿Tú sabes cuántos extintores hay en tu edificio? ¿Sabes si funcionan?
El silencio de los responsables
Tras el susto, el Ayuntamiento de Xàtiva ha emitido un comunicado breve y frío. Todo bajo control, dicen. Evacuación ejemplar, añaden. Pero nadie habla de prevención. Nadie menciona si ese edificio tenía inspecciones al día. Si había sistema de detección de humo. Si los vecinos recibieron algún tipo de formación. Ya sabes, lo de siempre: actuar cuando ya pasó.
La vida entre normas que nadie cumple
Existen normas, reglamentos y códigos técnicos. Pero también existe esa desgana típica de comunidades que no quieren invertir en protección. Que discuten durante meses si instalar un extintor en la escalera. Que creen que es exagerado. Hasta que un día, alguien no puede bajar las escaleras porque el humo le bloquea el camino. Y entonces, sí. Entonces lloramos.
¿Y si mañana eres tú?
Es fácil leer noticias y pensar que eso le pasa a otros. A los de la Plaça Sant Jaume, por ejemplo. A los de Valencia, a los de Madrid, a los de cualquier otro lado. Pero los incendios no tienen código postal fijo. Solo necesitan una chispa, una campana sucia y un despiste. Por eso insistimos tanto: infórmate, revisa, equipa tu casa. No por cumplir con la ley, sino porque va tu vida en ello.
El fuego enseña, pero cobra caro
Lo sucedido en Xàtiva no es solo una crónica más. Es una clase práctica de lo que significa vivir sin preparación. La pareja se salvó, sí. Pero no todos corren con esa suerte. Instalar un extintor no es un trámite decorativo. Es una línea entre la vida y el desastre. Aprendamos sin necesidad de que sea nuestra casa la que salga en las noticias.

