Una quema anunciada en Bon Pastor: entre el abandono, los escombros y la indignación

Una quema anunciada en Bon Pastor: entre el abandono, los escombros y la indignación.

Barcelona, señores. La ciudad de Gaudí, de las ramblas, del turismo y de la tapa gourmet con precio de alquiler. Pero también es —porque todo hay que decirlo— la ciudad del olvido institucional, de la chapuza burocrática, y de los solares que se convierten en vertedero, chabola o infierno. Esta vez, el protagonista involuntario ha sido un coche estacionado en el barrio del Bon Pastor, en un aparcamiento público de esos que tienen más polvo que metros útiles.

La escena, grotesca: el coche devorado por las llamas, convertido en chatarra ardiente en plena madrugada, mientras los vecinos observaban desde sus balcones con una mezcla de resignación, miedo y una pizca de rabia ya crónica. Porque no es la primera vez. Ni será la última, a este paso.

Fue pasada la una de la madrugada del lunes al martes. Cuando muchos apenas conciliaban el sueño, alguien —quizás con intención, quizás con imprudencia— le prendió fuego a un vehículo. En cuestión de minutos, el incendio se propagó como si llevase prisa, como si supiera perfectamente que en ese solar de la calle de Lima no había vigilancia, no había limpieza, no había nadie que cuidara aquello que alguna vez fue espacio público.

Luis Carmelo, de la asociación vecinal AVIS del Bon Pastor, no se sorprende. Se le nota cansado en cada palabra, como quien ha tenido que repetir lo mismo una y otra vez sin recibir respuesta. «Esto es un vertedero, literal», afirma. Empresas y particulares lanzan escombros como si aquello fuera una escombrera legal. Una zona que debería ser segura se ha transformado en un polvorín. Y claro, arde. Arde como una mecha seca bajo el sol de julio.

El abandono institucional y la necesidad urgente de un extintor

Aquí es donde uno se pregunta: ¿y si se hubiera tenido un extintor a mano? ¿Uno de esos básicos, de polvo químico, como los que deberían acompañar a cualquier conductor precavido? Un aparato pequeño, barato y eficaz que, en muchos casos, podría haber salvado no solo un coche, sino vidas.

Pero no. Lo que tenemos es otra historia más de pasividad municipal. De una grúa municipal que acude por la mañana siguiente, como si recoger los restos de lo que ya no tiene arreglo fuese suficiente para limpiar el expediente.

Bon Pastor arde y nadie responde: ¿dónde está el mini extintor coche cuando se necesita?

Los vecinos del Bon Pastor no viven en una serie de Netflix. Viven en una zona periférica olvidada, donde los servicios llegan tarde —si es que llegan—, y donde un “mini extintor coche” podría marcar la diferencia entre una anécdota y una tragedia. La prevención no vende titulares, pero es la única forma de evitar que los coches se conviertan en antorchas urbanas.

Porque sí, hablamos de un coche. Uno más. Pero según Luis Carmelo, ya van tres en poco más de un año. Tres fuegos. Tres llamadas a emergencias. Tres intervenciones. Y, aún así, el solar sigue igual, convertido en vertedero improvisado, parque de desechos y garaje de la desidia.

El incendio como consecuencia, no como accidente

No, no ha sido casual. Y quien lo diga, miente o no quiere ver. El incendio del Bon Pastor no es un hecho aislado. Es la consecuencia de una cadena de desinterés, de falta de mantenimiento, de permitir que un terreno público se convierta en punto negro del barrio. Si no hay limpieza, si no se controla el acceso, si no se retiran los vehículos abandonados, lo que se obtiene es combustible para la próxima chispa.

¿Y quién vigila? ¿Quién inspecciona? ¿Quién se encarga de que haya cámaras, vigilancia, presencia mínima disuasoria? Nadie. La Guardia Urbana aparece cuando ya solo quedan cenizas, cuando los vecinos llevan días alertando sin ser escuchados. Y mientras tanto, los escombros crecen, las ratas corretean y el peligro se instala como un inquilino más.

Una postal desoladora: el coche calcinado, los restos y el silencio

Las fotos hablan más que cualquier nota de prensa. La grúa retira los restos humeantes, el suelo ennegrecido, las paredes con marcas del fuego. Al fondo, un coche abandonado desde hace meses, como si fuese invisible. A su lado, sacos de cemento, placas rotas, ladrillos tirados al azar. Todo apunta a que las empresas han encontrado un lugar cómodo para deshacerse de sus sobras. Porque aquí, parece, nadie fiscaliza nada.

Y así sigue el barrio. Entre la desesperanza y la costumbre. Entre el miedo a que una noche cualquiera el fuego no se detenga en un coche, y la certeza de que la próxima vez podría ser peor.

No basta con lamentarse, hay que actuar

Lo del Bon Pastor no es una anécdota. Es una llamada de atención. Una de esas que deberían retumbar en los pasillos del ayuntamiento. No se trata solo de limpiar el solar después del desastre. Se trata de impedir que el desastre ocurra. De habilitar soluciones reales: vigilancia, limpieza, control de accesos y, por supuesto, campañas de concienciación sobre la importancia de contar con un extintor en cualquier vehículo.

El mini extintor coche no apagará los fuegos de la negligencia, pero puede ayudar a contenerlos cuando nadie más lo hace. Porque lo del Bon Pastor no se apaga con excusas. Se apaga con voluntad, recursos y respeto por la ciudadanía.

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