Una sartén al fuego, un edificio alarmado y la crónica de un incendio que pudo arrasarlo todo.
Dicen que los grandes desastres comienzan con gestos pequeños. Esta mañana, en el portal número 5 del edificio San Luis, en Ceuta, el olvido de una sartén al fuego sembró la inquietud en una comunidad entera. La escena: una densa humareda negra, un olor penetrante a plástico quemado, y un bloque de viviendas que contenía el aliento mientras los servicios de emergencia tomaban el control.
No hubo llamas visibles. No se rompieron ventanas ni se escucharon gritos de auxilio. Pero la amenaza estaba ahí: la campana extractora de la cocina, sobrecalentada hasta niveles intolerables, comenzó a expulsar un humo espeso que se coló por los huecos de escalera, alertó a los vecinos y movilizó a los servicios públicos.
Hasta tres camiones del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS) se presentaron en la escena. Dos vehículos pick-up y dos patrullas de la Policía Local se sumaron al operativo, cortando el tráfico de forma preventiva y asegurando el perímetro. Porque cuando el humo sale de una sexta planta como si el demonio estuviera cocinando, cada minuto cuenta.
El sistema de extinción de incendios en campanas extractoras: el gran ausente
Y es aquí donde entra la verdadera pregunta: ¿habría sido diferente con un sistema de extinción de incendios en campanas extractoras? Muy probablemente, sí. Porque lo que muchos aún no entienden es que la campana extractora no solo aspira vapores, también acumula grasa, calor y peligro.
La cocina de una vivienda puede ser un laboratorio de riesgos si no se cuenta con la protección adecuada. Y si hablamos de prevención real, no hay excusa para no disponer de un sistema automático que actúe justo cuando el fuego comienza a insinuarse. Un disparo de agente extintor en el momento preciso puede evitar que el incendio se propague, que el humo asfixie a los inquilinos, que el pánico se apodere del edificio.
Hoy no hablamos de tragedia. Hablamos de aviso. De una señal que Ceuta ha recibido, y que todos deberíamos escuchar con claridad: las cocinas sin protección son bombas de tiempo.
Extinción campanas de cocina: invertir en seguridad, no en soluciones temporales
La extinción campanas de cocina no es una opción decorativa ni un añadido “por si acaso”. Es una necesidad técnica y una exigencia moral. Basta de confiar en detectores de humo obsoletos o en la buena voluntad de un vecino que pase por el rellano.
Los sistemas actuales ofrecen extinción automática localizada, diseñados para activarse con precisión quirúrgica en el origen del fuego. El cabezal se acciona, el agente se libera, y la grasa, el calor y las llamas desaparecen antes siquiera de que el humo suba por las escaleras.
No estamos hablando de tecnología inalcanzable. Estamos hablando de soluciones que salvan vidas, que evitan daños materiales, que mantienen la tranquilidad de comunidades enteras. Y sin embargo, todavía hay quien prefiere no invertir.
La falta de instalación y mantenimiento: un enemigo silencioso
El incidente del edificio San Luis se produjo porque la campana extractora se sobrecalentó, generando una gran cantidad de humo. Esa es la frase que se repite en demasiadas intervenciones. Pero detrás de ella hay mucho más: años de uso sin mantenimiento, acumulación de grasa, filtros que no se revisan, y ausencia total de un sistema de extinción de incendios en campanas extractoras.
La realidad es esta: una sartén se olvida, el fuego no. Y cuando la grasa comienza a arder, ya es tarde para lamentaciones. Solo queda confiar en que los bomberos lleguen a tiempo, que no haya heridos, que el edificio no colapse, que las llamas no se lleven una vida, una familia, una historia.
Lo de hoy ha sido humo. Mucho humo, demasiado para la tranquilidad de los vecinos. Pero pudo ser otra cosa. Y lo será, si no se corrigen estos errores.
El papel de las autoridades: prevención que se convierte en ley
No basta con enviar camiones. Hay que exigir normativas claras, obligar a instalar extinción campanas de cocina en todas las cocinas colectivas, multar la dejadez, incentivar la instalación con ayudas, formación y campañas.
Porque no se trata solo de seguridad privada, sino de seguridad comunitaria. Un incendio en una sexta planta no conoce puertas ni tabiques. Lo consume todo a su paso. Y cada piso que arde sin sistema de extinción, es un riesgo compartido.
Ceuta, como muchas otras ciudades, debe revisar su parque inmobiliario, su parque hostelero, sus viviendas sociales y sus cocinas familiares. Porque si el fuego encuentra grasa, calor y desidia, no necesitará permiso para arrasar.
La urgencia de instalar sistemas automáticos antes del próximo incendio
Lo repetimos: el sistema de extinción de incendios en campanas extractoras salva vidas. Y sin embargo, sigue siendo ignorado. Hoy no fue necesario activarlo, porque sencillamente no existía. ¿Y si lo hubiese? Quizás ni bomberos, ni cortes de tráfico, ni titulares.
Pero mientras eso no cambie, seguiremos dependiendo de la suerte. De que el humo no asfixie a nadie. De que la sartén no explote. De que la campana aguante un poco más. Y esa no es forma de vivir.
El edificio San Luis ha tenido suerte. La próxima cocina puede no tenerla.

