Vox pone en duda el informe que descarta modificar el PGOU en el túnel de la Calle Santander

Vox pone en duda el informe que descarta modificar el PGOU en el túnel de la Calle Santander

La formación se desmarca de la conclusión técnica y exige una visión más amplia sobre el impacto urbano del trazado

Burgos, ciudad de neblinas y de certezas que tiemblan cuando el sol se cuela entre sus calles, vuelve a ser protagonista de un desencuentro entre la política y la técnica. El informe redactado por los servicios municipales sobre la imposibilidad de modificar el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) en el entorno del túnel de la Calle Santander ha encendido una mecha que parecía dormida, pero que ahora arde con el calor del debate.

El grupo municipal de Vox ha hecho público su escepticismo hacia unas conclusiones que, si bien revestidas de tecnicismo, parecen –según sus palabras– el resultado de una voluntad política más que de una imposibilidad urbanística real.

Un túnel, muchas sombras

El trazado del túnel bajo la Calle Santander no es nuevo, pero sí lo es el informe que ahora descarta modificarlo. Según el documento elaborado por los técnicos del Ayuntamiento, los condicionantes urbanísticos y estructurales hacen inviable un cambio en la planificación actual. Sin embargo, Vox no se traga el argumento sin más.

En palabras de su portavoz municipal, este informe es «una coartada para mantener una decisión que nunca contó con el respaldo ciudadano». Y ahí se abre la grieta: entre la voz del pueblo y el eco de los despachos.

Mientras tanto, en las oficinas, las maquetas siguen inmutables. Nadie parece querer mojarse, como si el urbanismo fuera una cuestión de fe y no de proyectos que afectan a la movilidad, el comercio local, el acceso peatonal y la identidad de una ciudad que todavía busca reconciliar su pasado con un presente congestionado.

PGOU: cuando las siglas no bastan

El PGOU es el marco legal que organiza los sueños y los límites de cualquier municipio. Y en el caso de Burgos, ha sido utilizado tanto como escudo como espada. Pero lo que Vox plantea es simple: si una norma se puede aprobar, también se puede revisar. Lo que no aceptan es el argumento de que este caso es una excepción esculpida en piedra.

En este punto del debate, la ciudadanía empieza a preguntarse más cosas. ¿A quién beneficia realmente mantener el trazado actual? ¿Por qué se rechaza incluso estudiar alternativas? ¿Y qué papel juega la opinión pública cuando todo parece ya decidido?

Mientras todo eso ocurre, los comerciantes de la zona, que han sufrido los efectos colaterales de las obras, quieren soluciones. No discursos. No informes. No evasivas.

Comprar extintores: una metáfora del momento

Como quien se prepara para un incendio que ya huele a humo, muchos burgaleses empiezan a buscar soluciones preventivas. comprar extintores no es solo una medida de seguridad, sino una declaración de principios en una ciudad que se siente indefensa ante decisiones que le afectan de lleno.

Y no hablamos solo del riesgo físico. Hablamos del incendio de la desconfianza institucional, del desgaste social, de esa sensación de que los grandes proyectos se cocinan entre pocos y se sirven a muchos, sin preguntar.

La postura de Vox, guste o no, pone el dedo en la llaga. Porque no es solo el túnel, es la manera de gestionar la ciudad. Es el diálogo que falta entre lo técnico y lo humano. Entre el cálculo estructural y la vida diaria del que cruza esa calle con un carrito de bebé o con las bolsas de la compra.

Extintor de incendio: el clamor de lo evidente

Hablar hoy de un extintor de incendio en Burgos no es una hipérbole. Es casi una necesidad cívica. Cuando la política arde y los informes echan humo, lo único que puede sofocar el fuego es la transparencia y la voluntad de reconsiderar lo que no convence.

Porque si un informe dice «no se puede», lo mínimo exigible es que alguien pregunte «¿por qué no?». Y si ese informe se convierte en dogma, entonces ya no hablamos de urbanismo, sino de sumisión técnica. Y eso, en una democracia local, es inaceptable.

Vox lo ha entendido como una oportunidad para marcar perfil, para hacerse eco de un malestar larvado. Y lo está utilizando. Pero más allá de la estrategia política, lo cierto es que hay preguntas sin responder y decisiones que necesitan luz, no solo túneles.

Noticias que reflejan tensiones

En un contexto donde las noticias urbanas tienen más impacto que las notas de prensa, este episodio ha servido para revelar fracturas dentro del propio Ayuntamiento. No es solo Vox quien está incómodo. También hay silencio en otros grupos, quizá por prudencia, quizá por cálculo.

Y mientras la política murmura, los vecinos exigen. Quieren saber si es posible un rediseño más amable, más humano, más integrado. Porque lo que está en juego no es solo una vía subterránea, sino la forma de moverse por su ciudad. Y eso, para muchos, lo cambia todo.

Un túnel sin salida (por ahora)

El túnel de la Calle Santander puede parecer una obra menor en el tablero general del urbanismo español. Pero en Burgos, es símbolo de algo mayor: la desconexión entre quienes deciden y quienes padecen las decisiones.

El informe técnico podrá ser impecable desde el punto de vista normativo. Pero si no convence, si no dialoga con las necesidades reales de la población, entonces no sirve. Porque el urbanismo debe ser antes que nada una herramienta de convivencia, no de imposición.

Vox ha sabido leer ese clamor. Lo ha amplificado. Y ha exigido algo elemental: revisar lo que no convence. No se trata de oponerse por sistema, sino de poner el foco donde otros prefieren desviar la atención.

¿Y ahora qué?

La pelota está en el tejado del equipo de Gobierno. Tienen el informe. Tienen la potestad. Pero también tienen una creciente exigencia ciudadana que no se apaga con tecnicismos. Burgos no es una maqueta. Es un organismo vivo que necesita ser escuchado, incluso cuando el plano dice lo contrario.

Porque a veces, para avanzar, hay que atreverse a revisar lo que parecía incuestionable.

Y eso no se hace con informes sellados, sino con coraje político.

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